Hoy conocí a Abby Lee Miller, una mujer que dedica su vida a
enseñar el arte de la danza a niñas pequeñas.
Tiene una serie de televisión, tipo realityshow, sobre lo
que pasa en su academia, y se transmite por televisión de paga.
Abby, es una mujer dura, exigente, temeraria, y siempre hace
llorar a sus alumnas, incluso su lema es “la que no llora no gana”, ella dijo
que este es su modus operandi, porque si fuera blanda con las chicas,
simplemente no lograrían sobrevivir en el mundo de la danza, que es muy duro.
Muchas veces, cuando veía el programa por televisión me
preguntaba, porque si las madres de las niñas estaban tan molestas sobre cómo
trataba a sus hijas y las ridiculizaba frente al resto del grupo, seguían
acudiendo a las clases, mismas que al parecer no son nada baratas.
Yo no pagaría por ser insultada, ni mucho menos estaría
contenta de ver como la persona a quién estoy confiándole a mi hija la trata
así.
Pero hay mucho detrás, sigo sin estar de acuerdo con la
ridiculización y las groserías, en especial en contra de niños tan pequeños,
porque si ellos son seguros de sí mismos, claro que puede ayudarles a formar un
carácter firme y de superación constante, pero si no está bien forjada la
autoestima y la seguridad propia, podría terminar muy mal.
Al ser un programa de TV, podríamos pensar que todo es
actuado, pero acutado o real, a los niños siempre les deja secuelas.
Por otro lado, hay un punto que no tenía en cuenta, ellos
soportan eso, e incluso las niñas no quieren faltar a clase, aún sean castigadas
continuamente, y es que no se trata de una clase cualquiera, sino de la
profesión a la que se dedicarán, el trabajo que harán mientras sus piernas y su
cuerpo se los permita.
Un profesionista común comienza sus estudios de carrera
luego de los 18 años, y termina de profesionalizarse entre los 23 y los 25 años
con su título básico y de ahí puede seguir por siempre.
Pero un bailarín, comienza sus estudios desde muy temprana
edad, incluso desde los tres años, entonces a esa edad debe tomarse con
seriedad, no importa se es un infante con dientes de leche, o un adulto en
formación, las cosas ya tienen que verse con otros ojos, no es un juego, sino
tu carrera.
Y es justo que de la escuela de Abby Lee, han salido grandes
talentos que hoy son muy exitosos en el mundo profesional de las artes.
La diferencia es que mientas algunos piensan que los
bailarines no son tan inteligentes como los abogados o los ingenieros, han
perdido de vista que ellos tuvieron que madurar mucho antes para llegar a donde
hoy están, que su trabajo no siempre es muy intelectual, aunque es necesario
también aplicar las matemáticas y la física para lograr un giro, y además la
fuerza y la flexibilidad física para un cambré, una piruet, o cualquier otra
acrobacia incluida en una rutina de danza.
Y esto sin contar el coraje y el deseo de querer seguir y no
darse por vencido, porque no hay oportunidad para el segundo lugar, solo hay un
ganador, y como Abby dice, el segundo lugar, ya no es nada, se ha convertido en
el primero en perder.
Abby se ve dura, pero también es un ser humano con
sentimientos, está acostumbrada a estar al mando y hacer progresar a sus
alumnas, muy a su manera, y su favorita es aquella que trabaja duro y se
supera.
Claro que acepta los regalos de las madres, pero como un
cumplido, jamás para beneficiar a sus hijas para darles un solo o brindarles
más atención.
Creo que es un ejemplo de mujer con carácter, con belleza y
un gran corazón, incluso cuando habla
directamente con las niñas, trata de
hacerles notar sus errores y en qué pueden mejorar, para llegar a ser quienes
desean ser, a seguir luchando por sus sueños hasta cumplirlos y convertirlas en
mujeres de éxito como ella.
Siempre hay que tener consciencia que todo trabajo es
meterse en la boca del lobo, pero hay que saber escoger a nuestro lobo, para
disfrutar aún del lado áspero para llegar a probar la miel del esfuerzo.