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jueves, 2 de marzo de 2017

Se vale enojarse, y más cuando se tiene razón

El enojo o correctamente llamado ira, se trata de un estado de ánimo, más que de un sentimiento, porque es la reacción o la consecuencia ante una experiencia que la detonó y nos hace salir de nuestra zona de confort, y aunque no es agradable, es sano hasta cierto punto porque forma parte de un ser humano completo.

Y esta reflexión me trae a la mente el filme de "Encantada", cuya princesa, radicada en Andalacia, vivía con la esperanza de vivir feliz para siempre con su príncipe azul, ella estaba acostumbrada a vivir siempre alegre y en armonía total.

Un día, por una extraña razón, cae en el mundo real y conoce a un "plebeyo", las cosas salen del control y experimenta repentinamente ese estado que no sabe nombrar, hasta que recuerda una plática previa con ese hombre con defectos, y dice "tú me enojas", y termina ese enojo por disiparse en carcajadas, porque finalmente se sintió contenta al descubrir un nuevo estado de ánimo, descubre que esa variedad es mejor que la felicidad eterna y decide quedarse en el mundo real.

Cada día veo, escucho, y siento a decenas de personas enojarse, y hacerse pasar un mal rato porque así lo quieren.

Cuando entre a mi "nuevo" trabajo, no estaba muy convencida de hacerlo, pues quienes trabajan en empresas de este giro me precían personas poco profesionales y frustradas, pero como en todo, hay niveles, tipos de personas, personalidades y grados de profesionalismo.

Tuve la suerte de entrar a un lugar de esos para ver qué sucedería, e incluso tal vez y hacer un trabajo periodístico sustentado con fuentes especializadas que nos explicaran por qué los empleados viven frustrados. Me llevé una grata sorpresa, aunque no aplica exactamente para la realidad del país porque esta empresa no es mexicana, y ni siquiera da servicio para México sino para Estados Unidos, y además ocupa el primer lugar en servicio de todo el país, buen reto para mí, ya que requería de autocontrol para mi personalidad, y otro plus es que me ayudaría a mejorar mi nivel y fluidez de inglés.

Jamás pensé ser tan feliz en un lugar así, pero me di cuenta que la clave está en el ambiente de trabajo, es un ambiente en el que no hay competencia con el fin de aplastar al vecino, sino de crecer juntos, una cultura que generalmente el mexicano no tiene, sino que más bien a la gente no le importa mejorar, sino aplastar al semejante, aquí la cultura es de ayuda mutua, y desde el enrenamiento sabes que si tu vecino está bien tú también y todos crecemos como equipo.

También me enseñaron y aprendí muy bien que no debes enrolarte en cosas que no son tu asunto, ni enojarte con gente que no tienes la menor idea quien es, que sus frustraciones o enojos personales no tienen porque afectarte, ni es tu entretenimiento, ni tu dinero y no llegas a ningún lado si te confrontas con ellos.

Aunque debo confesar, que cuando estoy muy de buenas, y gracias a ese humor ácido y medio negro que me caracteriza, cuando alguien quiere pelear, le doy gusto y me divierto un rato, "si a uno le gusta molestar y se le ponen de a pechito y pidiéndolo a gritos, pues ¿por qué no complacerlos?

Al contrario de cuando no me siento tan bien, estoy cansada o no estoy al 100, no me involucro, y simplemente resuelvo como la otra persona quiere, y de todos modos terminan sin "sacar lo que buscaban".

Esto se debe a habilidades innatas y desarrolladas cuando sabes por dónde va la gente. Sin embargo, otros compañeros aunque llevan años de experiencia siguen frustrándose o tomándose las cosas personales, expresan su ira de formas realmente graciosas, algunos hacen lagartijas, otros abusan del mute para recordar el 10 de mayo a quien está del otro lado, e incluso otras tantas que me hacen morir de risa, sobre todo cuando ni siquiera usan el mute y expresamente callan a su interlocutor.

Justo estas experiencias me hicieron retomar este blog para que Hagamos Consciencia de nuestros actos, fue muy sencillo reflejar este día a día porque ahora forma parte de un 40% de mi vida, pero aplica en todos los ámbitos y círculos en los que nos desenvolvemos, aunque claro, los contextos son diferentes.

Como bien dice un meme por ahí, me sorprendo de la paciencia que le tengo a la gente que merecería ser acariciada bajo la lluvia con un cable pelado y conectado.

Y prefiero disfrutarlo en lugar de enrolarme porque son situaciones que no valen la pena un ceño fruncido, un enojo o un mal rato, pues ni me va ni me viene.

Pero cuando hay cosas que comprometen tus intereses, tu salud, tu integridad o la de los tuyos, claro, el enojo es más que válido, porque dan la inyección de adrenalina que se requiere para actuar y solucionar, pero debes ser lo suficientemente inteligente para no explotar con la persona equivocada.

Más de una vez me ha pasado, y he lástimado a personas importantes para mí, por explotar y no saber tener un poco de paciencia, afortunadamente y de forma paulatina se aprende a discernir entre lo que vale la pena romper y lo que no.

Y ahora con la inmediatez de las redes sociales, también nos percatamos ipsofacto de las reacciones de felicidad, ira, o impaciencia de la gente con situaciones de la vida real, aveces apoyamos, ignoramos, compartimos, damos consejo, según nuestro criterio, y Facebook con la adición de los emojis con diversas reacciones nos hace mucho más fácil expresarnos.

Existen quienes reaccionan con fundamento y otros quienes no tendrían uno, pero todo depende del contexto, podemos analizar y observar desde lo superficial hasta lo más profundo, y en diversos casos he notado comentarios y reacciones de diferentes personas, conocidos o no, quienes algunas veces tienen razón, otras realmente no, y me he pusto en el lugar de quien postea o reaccionan y reflexiono que si quien vive la experiencia soy yo, lo habría ignorado, no tendría de qué preocuparme o por qué perturbarme, pero justamente al ser la otra persona con sus caracteristicas, mentalidad, probablemente miedos y fortalezas, reaccionaría igual, en primera porque sería exactamente esa persona, y en segunda porque desde ese punto de vista tendría motivos de gran peso para haber reaccionado así.
Todo depende del contexto y las realidades, así como de la propia inteligencia emocional.

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