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miércoles, 9 de febrero de 2011

Actitudes y regaños a niños menores

¿Cuántas madres de familia suben a los transportes públicos regañando a sus hijos para que viajen sentados, quietos y bien portados? En una pequeña observación de campo alrededor de siete años he visto que 9 de cada 10 mamás les piden, les ruegan, regañan y hasta “nalguean” a sus hijos para obligarles a viajar correctamente.
En algunos casos las madres se ven hartas de la desobediencia de sus hijos, misma que no logran tal vez porque no han sabido demostrarles con el ejemplo que eso es lo correcto y que ellas mandan porque los hijos son su responsabilidad.
Y claro, yo tengo ninguna autoridad ni permiso para enjuiciar a alguien, y no pretendo hacerlo, tan sólo retratar un poco la vida cotidiana que todos podemos observar con tan solo abordar cualquier de estos transportes cinco minutos.
Para mi sorpresa, hace unos días cuando regresaba del trabajo a la casa abordé un microbús, estaba casi vació, me senté en la segunda banca del lado del chofer. La primera venía ocupada por una señora de unos 55 años. Ella venía acompañada de un pequeño de no más de cinco años.
No parecía ser su mamá, podría ser su abuela o su tía, aunque la forma en que le hablaba me hizo inclinarme más por la idea de que era su abuela.
El niño venía tranquilo, cansado y con los ojos que le pesaban del sueño. La señora lo regañaba porque el niño iba sentado y tranquilo, lo obligaba a ir de pie entre su asiento y el respaldo del chofer.
El niño se levantaba ante los jaloneos de la señora, y en menos de 15 segundos volvía a sentarse, y deslizarse hacia atrás hasta que su espalda se recargaba en el respaldo del asiento. Nuevamente la señora le gritaba y lo paraba para obligarlo a ir de pie en esa incómoda posición y con riesgo de que se golpeara la cara con el tubo que suele estar colocado ahí.
Esta secuencia se repitió unas 9 veces hasta que llegaron a su parada.
Una vez que la señora indicó al chofer que se detuviera en la esquina, el niño, ya de pie se sujetaba del tubo y caminaba lento hacia la puerta. La señora más que enojada lo jaloneaba más agresivamente al borde de provocar que el niño, somnoliento callera al piso.
Con un jalón más el niño se desprendió del tubo y bajando del microbús, sólo se alcanzaban a escuchar los gritos de la señora y los maltratos emocionales y físicos en contra del niño por ir sentado en su lugar.
Algunas veces ignoramos el daño que podemos hacer a otros con nuestros comportamientos, especialmente cuando se trata de un menor, quien es muy vulnerable a todo lo que sucede y es muy fácil dañar su autoestima y acostumbrarlo a que lo “correcto” es que reciba malos tratos.
Así que hagamos conciencia, y por difícil que sea pensemos antes de agredir física o verbalmente a alguien. Pues una vida puede destrozarle completamente por una mala decisión, generalmente, impulsiva.