Sara Arellano
Para quienes vivimos en el Distrito Federal es bien sabido por todos y cada uno de los que alguna vez hemos puesto un pie fuera de nuestras casas que la ciudad de México es un caos.
Que salir de buenas, con una sonrisa en el rostro, y saludar hasta al vecino que no es precisamente tu amigo e intentar llegar al trabajo, a la escuela o a donde sea, con esa misma sonrisa en casi imposible.
Pues el salir a la calle lo primero que encuentras es agresión, desde un claxon, una mala palabra, hasta un choque o te ves a ti mismo o algún congénere a punto de ser atropellado.
Sé qué en toda el área central, donde laboro, es una de las zonas más transitadas y por lo tanto más peligrosas, pues sea en un vehículo o caminando, es preciso cuidarse de quien va en sentido de la calle, el transporte de contra sentido, los que vienen en las calles en diagonal, quien dará vuelta y por si fuera poco hasta de las bicicletas.
Diario me toca el cruce Reforma – Bucareli, una esquina tremendamente peligrosa, porque los carros y las personas vienen de todos lados.
Un elemento, de esos de chaleco y gorra amarillo “mírame a fuerza” o tradicionalmente llamados “agente de tránsito”, es todo menos eso. En lugar de beneficiar el tránsito y enseñar una cultura del buen conducir, llega a poner desorden y no sólo eso, pone en riesgo la vida tanto de peatones como de conductores.
Todos sabemos que un semáforo verde significa avance continuamente, en amarillo es CUIDADO!!! Está por cambiar a rojo y mejor empiece a frenar para que cuando esté el rojo esté usted en alto total.
Pero que hacen la mayoría de los incultos del tránsito, ven el amarillo y parece que significa, “métale a 200 o no alcanza a pasar”, y peor aún, todos saben que por lo menos hay dos segundos de gracia en lo que después del alto de unos, se ponga el siga de los otros, entonces aún cuando el semáforo ya está en rojo se pasan.
Ese individuo de chaleco y gorro amarillo debe detener a los autos cuando el semáforo se torna amarillo y asegurarse que cuando esté en rojo todos estarán en alto total, garantizando que tanto transeúntes como los carros que van en calles perpendiculares no chocarán en cuanto se torne su semáforo en verde, pues ellos tampoco estarán dispuestos a esperar más para que sigan pasando quienes ya tienen alto sacrificando valiosos segundos de su siga.
Pero que hace este “maravilloso” elemento situado en reforma y Bucareli, pues todos los que vienen de la calle de Rosales para tomar Bucareli o Juárez, siguen pasando diez segundos después de que el semáforo está rojo, y todo porque el de tránsito le dijo que podía pasar.
Mientras los que vienen de reforma en dirección a Juárez, aceleran, pero todavía no han terminado de pasar los de Rosales, entonces empiezan los cláxones, y obvio la gente que va a cruzar la avenida, tampoco puede hacerlo, sino hasta 20 segundos después de que estuvo el siga para ellos.
Y qué decir de la extraña hora en donde en ese punto no pasan carros por Reforma, tan sólo uno de los camiones del Circuito Bicentenario, que pasan cada 5 minutos.
Resulta que está el siga para Reforma, pero el alto para quienes vienen de Rosales, pero no hay carros en Reforma y sí en Rosales, ah pues también el siga del peatón de Juárez-Reforma esta en siga, pero el oficial jamás volteo a ver al peatón, o sea que le da la señal a Rosales para avanzar, y si el de Rosales no avanza, el oficial se molesta y lo obliga a avanzar, y ¿qué pasa? Pues nada más y nada menos que un ATROPELLADO en Bucareli, por la inculta y estúpida decisión del “respetable agente de tránsito”.
Este individuo no sólo ha dejado de cumplir su labor como preservador de la integridad física y seguridad de las personas, sino que jamás volteo a ver al peatón y peor aún, se olvidó de lo más importante, respetar el semáforo, y provocando miles de accidentes hasta la muerte.
Entonces si no son de utilidad, ¿qué hacen ahí?, deberían de ponerlos en algún lado en donde por lo menos no estorben o causen daños a terceros.